Sitio de las palabras. Donde conviven desde las más dulces, refinadas y gratificantes; hasta las más grotescas que encierran los pensamientos de mentes insalubres. Pero que no dejan de ser una solución prematura a la existencia, una pastilla que ingerimos para sentirnos mejor. El prozac de cada día.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Cielo erigido sobre multitud de rostros/columnas de grito sosteniendo lo eterno.
Entre los muros de esta prisión aprendimos a movernos/Construimos catedrales y edificios que rasgaron/el trasero divino.
Pararrayos y automóviles/el hedor de la fallida naturalización del desnaturalizado humano.
Otro ladrillo/a mi mezquina/concepción frágil/acerca de lo bello/y lo degradante.
Todo/lo que alcanzo/a pensar/como hilo al arroyo/acaba/evaporándose.
Yo no soy quién/no soy nadie.
Sólo vapor/hedor de la industria.
Y otro retorcido/pulso/agonizante/deslizándose/entre un sueño/y un error.
Será que disfruto/despojando de sentido/a las oraciones invisibles/convirtiéndome/en personaje/de esta historia/sin hablar.
Será porque –creo/que el cielo/como manto azul/es perforado/por la culpa/brazo descompuesto/y nos alejamos/perdiendo/todo lo que solíamos ver/ sin comprar.
Y de nuevo/lo eterno nos queda chico.
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