martes, 15 de junio de 2010

Fin de la inexistencia.

Lo siento nuevamente sobre mi cabeza. Quizá sea su hermoso y sádico

relieve que me atrae, me invita a una feroz lucha.

Quizá sea mi locura.

Que arrastra mis sentidos a la huelga, a la incapacidad de reacción.

Un siglo, en solo un minuto.

Un minuto donde todo puede acabar.

Recurro, lo intento, a esa otra vos de mi cabeza, busco respuestas,

nuevas puertas, un poco de aquel otro pensamiento.

Pero no lo encuentro. Un mar oscuro rellena todos los espacios.

Y aun si lo encontrara, sería muy tarde,

la sangre recorre ya todo mi cuerpo, se nubla la vista,

eso presumo ya que no puedo abrir los ojos, o tal vez nunca los cerré.

¿Mis piernas tiemblan?

¿Es mi cuello el que se balancea en este combate?

Tal vez no respiro.

Pero pienso, ¿razono? Claro que no,

si lo hiciera, hubiera encontrado aquel útil pensamiento, aquella precisa

reacción de mis sentidos.

Me hubiera alejado, quizá, de esta sucia pared, atractiva, que lucha contra mí:

o tal vez, mi cabeza contra ella…

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